El comienzo: una reunión de amigos entre físicos y biólogos

24/05/2010 - Esther Segovia

Cierta tarde unos cuantos físicos y biólogos debatían sobre el enorme auge de los temas medioambientales y mostraban su extrañeza ante la inexistencia de foros que planteasen un debate multisectorial implicando a todos los profesionales que tuviesen algo que ver con el Medio Ambiente.

Ambos colectivos se hallaban entonces inmersos en un profundo debate sobre el sentido y la utilidad de los colegios profesionales, instituciones cuya credibilidad venía siendo atacada reiteradamente en aquellos tiempos.

Así que la reunión de amigos comenzó a barajar la posibilidad de crear un punto de referencia que sirviera no sólo como un foro de debate sobre el tema común del medio ambiente, sino que significara, además, un revulsivo para situar a ambos colegios en el lugar que les correspondía.

No hubo que esperar más que unos días para que las juntas de Gobierno de los colegios oficiales de Físicos y Biólogos asumieran el reto de organizar el que ha sido el I Congreso Nacional del Medio Ambiente.

Pero ¿Qué lema adjudicarle? Por encima de las grandes declaraciones de principios, los profesionales del medio ambiente tuvieron claro, desde el primer momento, que los problemas seguirían siendo eternos mientras nadie se preocupara de descender a lo inmediato, a la realidad cotidiana.

Se imponía, pues, un análisis metódico y minucioso de cuanto estaba sucediendo en España, para corregir las disfunciones y problemas que padecía el sector en cuestión. Qué mejor idea –nos dijimos- que ir “Al encuentro de soluciones”. Y ese ha sido desde entonces, nuestro lema.

Sentadas las bases de lo que podría ser el proyecto, comenzó el trabajo exhaustivo de casi una treintena de personas que han sido las verdaderas responsables del alcance que esta reunión ha tenido.

Había que diseñar un programa ambicioso, en el que se abarcara desde el punto de vista de la objetividad y la independencia, el abanico más amplio posible de aspectos que afectan al medio ambiente español. Se eligió para ello una fórmula que diera profundidad a los planteamientos. El ya clásico desfile de ponentes y la consabida relación de mesas redondas debía ir acompañado de una estructura complementaria en la que los técnicos y los profesionales “de a pie” tuviesen algo que aportar.

Se formaron así 19 grupos de trabajo, que a la postre han sido en sí mismos un congreso, por cuando han conseguido aglutinar a los mejores expertos a nivel nacional en cada uno de los temas planteados. Buena prueba de ello ha sido el documento final de conclusiones, cuya extensión –más de 40 folios– es insólita, si tenemos en cuenta que, además, se trata de un texto caracterizado por su contundencia y rigor.

Diseñado el esquema de lo que sería el congreso, físicos y biólogos chocaron con la realidad de las cosas. El primer problema fue, sencillamente, confeccionar un programa con la independencia como característica. Esto es, obviando las presiones que empresas e instituciones suelen ejercer en este tipo de cuestiones.

A base de demostrar una paciencia infinita, y no pocos desengaños, se elaboró un avance de programa que comenzó a circular entre los diversos sectores implicados en el congreso.

Capítulo aparte merece el aspecto protocolario. Cuando el Comité Organizador consideró que existía ya una sólida base de programa, se solicitó al ministro de Obras Públicas y Transportes, José Borrell, su presencia en el acto inaugural, valorando la aportación que pudiese realizar el teórico ministro titular del Medio Ambiente español.

El ministro confirmó inicialmente su asistencia e incluso se comprometió por escrito a pronunciar la lección inaugural. Pero, ¡oh, sorpresa!, dos semanas antes del congreso, José Borrell decidió viajar a Santiago el día en que, en teoría, tendría que haber estado con nosotros. Eso sí, delegó amablemente en su secretario de Estado para las Políticas del Agua y Medio Ambiente, Vicente Albero. Ya entonces los gestores del congreso habían decidido que fuera un científico, y no un político, quien tuviera el protagonismo del acto inaugural, dejando las intervenciones políticas –si las hubiera–, para el final. Se contactó con Joaquín Araujo.

Pero sigamos con el tema protocolario. Como sin duda sabrán, las agendas de nuestros políticos suelen estar siempre saturadas. Y al comprometerse a venir al congreso, Vicente Albero olvidó, sin duda, que en esas mismas fechas habría “cumbre” en Copenhague para hablar sobre el agujero de ozono.

Fue la prensa quien el día 17 de noviembre le recordó tan fatal coincidencia y a la prensa –que no al Comité Organizador– comentó el secretario de Estado la imposibilidad de estar presente en el foro de Madrid. Así que los congresistas se enteraron de la noticia dos días antes de la inauguración, por una llamada telefónica de la secretaria de Albero, quien a su vez “recomendaba” la presencia en la mesa presidencial del acto inaugural de determinado director general del MOPT. Un ofrecimiento que el Comité Organizador declinó amablemente, reiterando la voluntad de que no hubiese político alguno en el estrado durante el acto inaugural.

El alcance real del congreso comenzaba a considerarse en sus justos términos entre todos los sectores implicados que hasta entonces habían mostrado una evidente apatía ante el acontecimiento. Buena prueba de ello fue la inesperada aparición del alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, en el cóctel ofrecido por el Ayuntamiento a los congresistas.

El primer edil no desperdició la oportunidad de anunciar la próxima aplicación de una ordenanza municipal según la cual quienes procedan a la tala de un árbol deberán plantar ejemplares cuyo número será el mismo al de años que tuviera el ejemplar cortado.

Pero no fue Álvarez del Manzano la única autoridad que decidió hacerle un guiño al congreso. El mismísimo ministro José Borrell se deshizo en disculpas ante una delegación de los colegios de Físicos y Biólogos, ante el trato que hasta entonces habían recibido por parte de su departamento. El discurso y consiguiente ofrecimiento de apoyo a la iniciativa se produjo durante el transcurso de un almuerzo con representantes de las dos entidades organizadoras, celebrado a instancias del propio ministro.

El encuentro a tres bandas tuvo. Efectos inmediatos. Al día siguiente, el siempre ocupadísimo Vicente Albero decidió acudir a la sesión del mediodía para intentar explicar en una larguísima intervención, los parámetros de su política ambiental, en una comparecencia que no dejó precisamente entusiasmados a los organizadores del congreso.

Pero no todo fueron sinsabores. Apenas unos días antes de la jornada inaugural, el Comité Organizador recibió una llamada telefónica de la Casa de S.M. la Reina Doña Sofía, quien deseaba conocer personalmente los pormenores del acontecimiento.

El interés Real se confirmó poco después con el anuncio oficial de que Doña Sofía presidiría el acto final de lectura de conclusiones y clausura del I Congreso Nacional.

El acto de clausura significó mucho para todos aquellos que se han entregado en la realización de este proyecto que nació una tarde de una conversación entre amigos y ha acabado por convertirse en un punto de referencia indispensable entre los debates medioambientales que se han llevado a cabo, hasta ahora, en España.

*Texto de Esther Segovia aparecido hace 18 años en la revista Ecología y Sociedad.

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