La contaminación atmosférica por olores

24/05/2010 - Fundación Conama

Contaminación odorífera. Este es el campo abordado por uno de los grupos de trabajo más curiosos del décimo Congreso Nacional del Medio Ambiente (Conama 10).

¿Cómo se detecta de forma científica el mal olor? Hasta no hace mucho esta cuestión resultaba muy difícil de resolver y esto planteaba un problema para determinar el verdadero impacto de una instalación industrial de la que se recibiesen quejas de población cercana.

“En la medición del olor se lleva trabajando desde hace 30 años, pero no ha sido hasta hace poco que ha tenido aplicaciones reales”, comenta el coordinador de este grupo de trabajo de Conama 10, Antonio Iglesias, presidente de la Sección Técnica de Medio Ambiente de la Asociación de Químicos de Madrid.

Como detalla este químico, la contaminación odorífera es la contaminación producida por diversas moléculas caracterizadas por su olor desagradable. Y suele bastar una ínfima concentración en el aire para que sean percibidas por el olfato humano. Un ejemplo es el sulfuro de hidrógeno (H2S), cuya concentración de 0,0001 miligramos por metro cúbico resulta suficiente para que la nariz de una persona detecte su horrible hedor, similar al de unos huevos podridos.

El medir de forma científica la pestilencia de las emanaciones se puede realizar de dos formas distintas. La primera se centra en la emisión de ese olor y requiere tomar muestras de la atmósfera contaminada con las moléculas emitidas por la instalación en cuestión para estudiarlas en un laboratorio (una operación ya de por sí delicada cuando se trabaja con mediciones tan bajas).

La técnica utilizada para medir el olor ambiental se denomina olfatometría dinámica y consiste en hacer respirar la muestra a un panel de especialistas (de acuerdo a la norma UNE 13.725). “Al igual que hay catadores de vino, también hay expertos en olores”, incide Iglesias. Esta norma introduce, entre otros, el concepto de concentración de olor, que se mide en unidades de olor.

Ello requiere la utilización de una sustancia patrón de referencia: a tal efecto se utiliza el n- butanol evaporado en un metro cúbico de gas neutro. Pues bien, cuando el 50% de las personas que componen el panel percibe esta sustancia, se dice que la atmósfera analizada tiene una concentración de una unidad de Masa de Olor de Referencia Europea (MORE). Para medir la concentración de olor de una muestra ambiental real de un metro cúbico contaminada con otras sustancias, se va diluyendo ésta en un gas neutro hasta que el olor deje de ser percibido por el 50% de los expertos del panel; el número de diluciones así operadas (diez, cien, mil..) es la concentración de olor de esa atmósfera cuya unidad se denomina masa de olor europea (UOE).

“El olor es así perfectamente identificable y cuantificable, pues se puede concretar si sigue oliendo mal incluso diluyéndolo cien o mil veces”, especifica el coordinador de este grupo de trabajo que expondrán sus conclusiones durante el congreso de noviembre.

El segundo método se ocupa de medir no ya la emisión de la contaminación, sino la inmisión, es decir, lo que se percibe, que no será lo mismo. En este caso, se trabaja en el propio terreno sometido a estudio y se utilizan unos dispositivos que se adosan a la nariz para determinar el radio de acción del mal olor alrededor de la instalación en cuestión (debe cumplir la norma DIN 3940).

Así pues, la determinación de un olor pestilente no es ni mucho menos algo tan subjetivo como se piensa. Sin embargo, salvo excepciones como Cataluña, no existe legislación en el país sobre este tipo de contaminación odorífera. “Este es una de las áreas que vamos a tratar para el Conama 10, pues estamos ya en condiciones de establecer una metodología que permita legislar en España”, explica Iglesias. “Hay muchas protestas de ciudadanos por este tipo de contaminación y basta con llevar las muestras a un laboratorio para analizarlas”.

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