La National Academy of Engineering de Estados Unidos publicó, hace un par de años, una lista de lo que serían los principales desafíos de la ingeniería en el siglo XXI. Esa relación se elaboró con las aportaciones de notables científicos e ingenieros, así como del público en general, a lo largo de un año. La selección final fue revisada por más de 50 especialistas de todo el mundo, y los 14 retos identificados están conectados con cuatro temas clave para el éxito de la humanidad: sostenibilidad, salud, reducción de la vulnerabilidad y calidad de vida. El objetivo era identificar las necesidades actuales para ayudar a las personas y al planeta a prosperar. Se subrayaba cómo los ingenieros han marcado los avances de la civilización a lo largo de toda la historia, y cómo consiguieron que su presencia e influencia se haya acrecentado desde el momento aquel en que se sustituyó el trabajo humano por el de las máquinas, señalando el inicio de la Revolución Industrial.
Las comunicaciones expuestas, en esta jornada, se integran perfectamente en esa relación y dejan patente, una vez más, la importancia de la investigación.
El camino riguroso para mejorar la productividad y la eficiencia de nuestras empresas es el conocimiento y, por lo tanto, la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación.
La Unión Europea aún "está lejos" de cumplir con la meta de destinar un tres por ciento del PIB a la inversión en investigación y desarrollo, prevista en la llamada "Estrategia de Lisboa". Si los científicos e ingenieros de anteriores generaciones no hubieran dispuesto de inversiones en investigación, no disfrutaríamos hoy de las ventajas de nuestra vida moderna y, lo que es importante subrayar, si en los presupuestos actuales no se contemplan inversiones similares, las generaciones futuras carecerán de la calidad de vida que podrían llegar a tener.