Lavado de gases' es el término general que se aplica a los procedimientos de limpieza o purificación de emisiones gaseosas, tanto en industria como en laboratorio, recurriendo a un líquido como medio colector. El líquido lavador puede ser agua, aceite, una solución alcalina o agua ozonizada, dependiendo de los contaminantes a eliminar. El ozono es un poderoso oxidante, capaz de degradar productos químicos muy tóxicos, como compuestos orgánicos, que oxida parcialmente a compuestos biodegradables. Asimismo el gas oxida cetonas, aldehidos, compuestos alifáticos, hierro, manganeso, sulfuros, sulfitos, fenoles, NOx, cianuros, etc.
En el caso de tratamiento con ozono, el principio de funcionamiento del mismo es el lavado de los gases mediante un elevado caudal de agua en recirculación que retiene los contaminantes, principalmente restos parcialmente quemados que provocan opacidad y olores, así como aceites, que son arrastrados y fijados por el agua y oxidados por el ozono, que oxida asimismo el resto de compuestos químicos que puedan estar presentes en las emisiones.
A la hora de diseñar un sistema de lavado de gases con ozono, ya sean de origen industrial o procedentes de cocinas, se debe actuar en primer lugar aislando los gases en cuestión y conduciéndolos hasta la zona de tratamiento. A partir de ahí, se hace pasar el gas por una columna de agua ozonizada propulsada por una bomba de acero inoxidable auto aspirante, que recircula el agua de un depósito inferior.
El agua, una vez terminado el lavado, cae por gravedad al depósito de recirculación situado en la parte inferior de la torre. Finalmente el aire, ya libre de partículas, sale al exterior por la chimenea de escape, donde un separador de gotas asegura que la humedad relativa del aire de salida sea la adecuada, pasando previamente por un destructor de ozono que garantiza que no haya emisiones de este gas al ambiente.