El topillo campesino (Microtus arvalis), una especie originalmente asociada a zonas montañosas de la mitad Norte peninsular, ha colonizado en los últimos 20-40 años la submeseta Norte utilizando los valles fluviales como vías de dispersión. Esta expansión, se ha visto favorecida por cambios en el paisaje a gran escala, como el incremento de la superficie de regadío, en particular alfalfa. Esta especie, como ocurre en otras regiones Europeas, puede sufrir explosiones demográficas cada 4-5 años. Dichas explosiones pueden tener consecuencias económicas al suponer un riesgo para la productividad agrícola, y consecuencias sanitarias al ser estos roedores reservorios potenciales de diferentes patógenos.
Durante la plaga de 2007, los gestores de la misma, trataron de paliar el daño agrícola aplicando grandes cantidades de rodenticidas, fundamentalmente clorofacinona y bromadiolona. Ambos compuestos químicos, son anticoagulantes que suponen un grave riesgo para los ecosistemas cerealistas, mostrando efectos letales sobre otras especies no diana como liebres, palomas o perdices (especies cinegéticas), así como sobre sus depredadores.
Las consecuencias ecológicas de los tratamientos masivos con rodenticidas químicos derivaron en daños hacia sectores inicialmente no afectados por la plaga, como el cinegético. A su vez, como se ha demostrado recientemente, pueden aumentar la propagación de la tularemia en humanos, al incrementar el número de cadáveres de topillo en superficie.
Por este motivo, GREFA (Grupo de Rehabilitación de Fauna Autóctona y su Hábitat), en colaboración con el IREC-CSIC (Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos), el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la Universidad de Valladolid y junto con el apoyo económico de la Fundación Biodiversidad, esta desarrollando un programa pionero en diferentes municipios de Castilla y León basado en el control biológico de plagas por depredadores.
El objetivo principal de este proyecto es aumentar la densidad de rapaces depredadoras de M.arvalis como cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), lechuza común (Tyto alba) y búho chico (Asio otus) actuando sobre un factor clave que limita sus poblaciones en medios deforestados, como es la escasez de sustratos de nidificación. Esta actuación se complementa con reforzamientos poblacionales de estas especies mediante programas de cría en cautividad o con ejemplares provenientes de Centros de Recuperación de Fauna Silvestre.
Todas las actuaciones, se evalúan periódicamente mediante censos en las zonas de trabajo, monitorizando los nidos ocupados y realizando estudios de alimentación de estas especies.