El 25 de Abril de 1998, el colapso de la balsa de residuos mineros de Aznalcollar supuso el vertido de 2 Hm3 de lodos piríticos y de 4 Hm3 de aguas ácidas, con una elevada carga de metales pesados, afectando más de 4600 ha de la cuenca del río Guadiamar, que drena hacia el Parque Nacional de Doñana. Las prácticas de remediación y restauración efectuadas sobre el territorio afectado incluyeron la retirada mecánica de la capa de lodos contaminantes, el tratamiento de los suelos con diversos tipos de enmendantes, y tareas de reforestación y control de la suceción secundaria. En el marco del Plan de Investigación del Corredor Verde, se efectuó un seguimiento plurianual del grado de recuperación de los suelos que, además de criterios físico-químicos de calidad del suelo, incorporaba el nuevo paradigma de "salud" del suelo mediante el uso de indicadores de funcionalidad ecológica (actividades enzimáticas relacionadas con el reciclado de la materia orgánica, composición de las comunidades microbianas, procesos biogeoquímicos esenciales). Este programa ha permitido analizar la divergencia respecto a los resultados sobre el grado de recuperación experimentado por los suelos, cuando sólo se aplican criterios físico-químicos clásicos de calidad, o cuando además se incorporan criterios de funcionalidad ecológica al programa de monitorización. Se realizó una interpretación globalizada del elevado número de variables empleando un Análisis de Componentes Principales y calculando distancias vectoriales entre los escenarios representados por áreas adyacentes no afectadas por el vertido, áreas afectados y no restauradas, y áreas afectadas y restauradas. Ello permite cuantificar el grado de impacto del vertido, el grado de recuperación, y la distancia que resta para alcanzar el estado de los suelos no afectados. Finalizada la primera fase de remediación de urgencia, el grado de recuperación de niveles de metales pesados bioasimilables era ya muy elevado. Sin embargo, la recuperación en términos de funcionalidad biogeoquímica y ecológica era de apenas un 26% respecto a los suelos no afectados. En los siguientes cuatro años, el grado de recuperación de la funcionalidad del suelo se sextuplicó en las zonas medias-bajas de la cuenca, donde el impacto del vertido fue menor, alcanzándose ya niveles parecidos a los de lás áeas no afectadas. Sin embargo, en el tramo alto de la cuenca, el nivel de recuperación de los suelos aún no alcanzaba los niveles previos al vertido. También se ha observado que el progresivo desarrollo de manchas de vegetación en el Corredor Verde se correlaciona directamente con una activación de la funcionalidad ecológica del suelo, existiendo efectos diferenciales dependiendo de las especies implicadas.